domingo, 3 de febrero de 2013

EDGAR ALLAN POE: EL RETRATO OVAL

         Al final, cuando el trabajo se acercaba a su término, no se permitió a nadie que visitara la torre. El pintor había enloquecido por el ardor de su trabajo, y apartaba los ojos rara vez del lienzo. Ni siquiera miraba el rostro de su esposa. No advertía, o no quería ver, que los colores que extendía sobre el lienzo los arrancaba de las mejillas de la mujer que estaba sentada a su lado.
         Y al cabo de muchas semanas, cuando ya quedaba muy poco por hacer, salvo aplicar una pincelada en la boca y un matiz en los ojos, el alma de la mujer vaciló, como la llama de una lámpara a punto de apagarse.
      Entonces el pintor dio la última pincelada, aplicó el matiz y quedó en trance ante el retrato acabado.
         Seguía absorto en su contemplación cuando de pronto se estremeció de horror y palideció.







Fragmento extraído de 
Cuentos de fantasmas. VVAA. Editorial Oxford


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